Nueva columna de opinión de José Luis Sáez, presidente FEB. El debate continúa en las Redes Sociales, en @JLSaezR
POR JOSÉ LUIS SÁEZ
Los problemas derivados de la actual situación económica global, de la que lógicamente el deporte no puede ser ajeno, nos obligan a todos a trabajar en un presente difícil y para muchos complicado. Pero incluso a pesar de todas las dificultades estamos obligados a tratar de conseguir las mejores condiciones posibles sobre las que encarar el futuro sin perder la ambición.
Y una de las bases sobre las que hacerlo es sin duda la cantera. Formar nuestros propios jugadores, formarlos en nuestro estilo y nuestra visión del baloncesto –como competición, pero también como actividad lúdica y herramienta social- y apostar sin prejuicios por dos de sus grandes valores: su compromiso y su identificación. Tanto en nuestro baloncesto masculino como en el femenino, hemos tenido y tenemos innumerables ejemplos de que esta fórmula funciona.
La apuesta por la cantera tiene que ser firme y decidida, con el pleno convencimiento de que es una filosofía integral, que va más allá de la cancha, como bien avalan prácticamente todos los estudios y análisis externos realizados en la última década en torno a nuestro deporte. No es sólo una pose: es también un valor añadido de marca.
La marca es un valor de gestión apreciadísimo en el mercado actual, del que el deporte no está ni mucho menos aislado, y uno de sus inputs más positivos aplicados al baloncesto es el de la identificación: del jugador con el equipo, del equipo con el club y del aficionado –e incluso del seguidor no habitual- con todos ellos. La identificación crea una identidad y la identidad lleva al compromiso: tres de las condiciones imprescindibles para edificar proyectos y darles la estabilidad necesaria para verlos crecer.
La crisis puede ser también en este sentido una muy buena oportunidad que no se debería dejar escapar. En estas semanas de pretemporada de clubes, marcadas aún por los últimos movimientos de fichajes, se ha resaltado un rejuvenecimiento general en la confección de las plantillas de nuestra competición profesional, la Liga Endesa. En el primer eslabón de la pirámide del baloncesto español ya empiezan a sonar nombres que se han hecho habituales en las selecciones de formación, y esto, sin duda, es una excelente noticia para todos.
Cuanto más se invierta en jugadores jóvenes y en el desarrollo de la cantera, más capacidad de crecimiento tendrán también los clubes y mayores serán las posibilidades de promoción de nuestro deporte. O lo que es lo mismo: el baloncesto será cada día un poco más fuerte. Que es, en definitiva, nuestro mayor objetivo.
Los problemas derivados de la actual situación económica global, de la que lógicamente el deporte no puede ser ajeno, nos obligan a todos a trabajar en un presente difícil y para muchos complicado. Pero incluso a pesar de todas las dificultades estamos obligados a tratar de conseguir las mejores condiciones posibles sobre las que encarar el futuro sin perder la ambición.
Y una de las bases sobre las que hacerlo es sin duda la cantera. Formar nuestros propios jugadores, formarlos en nuestro estilo y nuestra visión del baloncesto –como competición, pero también como actividad lúdica y herramienta social- y apostar sin prejuicios por dos de sus grandes valores: su compromiso y su identificación. Tanto en nuestro baloncesto masculino como en el femenino, hemos tenido y tenemos innumerables ejemplos de que esta fórmula funciona.
La apuesta por la cantera tiene que ser firme y decidida, con el pleno convencimiento de que es una filosofía integral, que va más allá de la cancha, como bien avalan prácticamente todos los estudios y análisis externos realizados en la última década en torno a nuestro deporte. No es sólo una pose: es también un valor añadido de marca.
La marca es un valor de gestión apreciadísimo en el mercado actual, del que el deporte no está ni mucho menos aislado, y uno de sus inputs más positivos aplicados al baloncesto es el de la identificación: del jugador con el equipo, del equipo con el club y del aficionado –e incluso del seguidor no habitual- con todos ellos. La identificación crea una identidad y la identidad lleva al compromiso: tres de las condiciones imprescindibles para edificar proyectos y darles la estabilidad necesaria para verlos crecer.
La crisis puede ser también en este sentido una muy buena oportunidad que no se debería dejar escapar. En estas semanas de pretemporada de clubes, marcadas aún por los últimos movimientos de fichajes, se ha resaltado un rejuvenecimiento general en la confección de las plantillas de nuestra competición profesional, la Liga Endesa. En el primer eslabón de la pirámide del baloncesto español ya empiezan a sonar nombres que se han hecho habituales en las selecciones de formación, y esto, sin duda, es una excelente noticia para todos.
Cuanto más se invierta en jugadores jóvenes y en el desarrollo de la cantera, más capacidad de crecimiento tendrán también los clubes y mayores serán las posibilidades de promoción de nuestro deporte. O lo que es lo mismo: el baloncesto será cada día un poco más fuerte. Que es, en definitiva, nuestro mayor objetivo.
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