Juan De La Huerga

En Sevilla se la juega con un proyecto precioso al que hay que dar forma. Debe ingeniárselas para esculpir una plantilla con menos pompa que en las temporadas anteriores. Tras un recorte aproximado de un cuarto del presupuesto, el club se puso en manos del técnico español más laureado, experimentado y revolucionario. Un canto al ingenio para que la entidad que en mayo cumplió un cuarto de siglo supere estos tiempos oscuros de crisis económica propulsado por el conocimiento de un hombre al que le llena especialmente mejorar a los jóvenes, a quien le motiva que sus jugadores ejecuten un baloncesto divertido, aguerrido, rápido, espectacular, que enganche. En su caso no es un lugar común, sino que ha sido así siempre y ahora San Pablo podrá comprobarlo, aunque en algunas ocasiones no entienda decisiones extrañas de un técnico calificado por mucho como un genio.
En estos tiempos de penumbra y desasosiego por la situación del país, merece la pena intentar un cambio de la mano del entrenador que fue aclamado en el Blaugrana barcelonés y el Olímpic badalonés por mucho que se quedara sin llevarse a casa el título de la Euroliga cuando dirigía al Barça. Su reciente pasado en Málaga, de donde salió por la puerta de servicio al no concluir su contrato, será un estímulo en Sevilla, si no para él, sí para la hinchada cajista.
Aíto no se desmoralizó cuando este verano se le fueron cayendo al Cajasol las primeras opciones en los refuerzos. Los que tiene a su cargo le parecen los mejores. Con el escolta Holland, el alero Asbury y el interior Buckman, tres melones por calar en la ACB, cree que puede ensamblar un conjunto que compita duro y lo haga con un sello propio, un estilo bonito. De los conocidos Triguero, Satoransky, Bogdanovic, Sastre y Tepic anhela un paso adelante para que con su crecimiento hagan mejor al colectivo y vayan tirando de los mozalbetes que hay en el plantel para que maduren y verdaderamente ayuden y no sean meras comparsas para completar los necesarios cupos.
Balvin, Burjanadze, Porzingis y Radicevic no tienen la obligación de ser decisivos, de jugarse la última bola, de colocar un tapón vital al contrario sobre la bocina o de birlar el balón que dé la victoria al Cajasol. Pero tampoco pueden tirarse a la bartola sin presión alguna. Si están y entrenan duro, jugarán. Y aportarán. Aunque a veces se crucen con oponentes más altos, más buenos, más fuertes y más expertos.
La plantilla de Aíto es una incógnita por ver qué nivel da cada uno y cómo se conjuntan todos. Es un equipo atípico. El preparador madrileño ve y va más lejos que los demás. El hombre evoluciona en tamaño y en habilidades aun midiendo más de dos metros. Por eso no le preocupa que los supuestos dos bases midan 200 centímetros. De hecho, habrá que estar atento a las sorpresas que depara: Aíto es muy dado a que todos hagan de todo y la polivalencia es un grado en sus plantillas. Lo mismo sube el balón Satoransky que lo hace Holland o quizás Porzingis si con esa acción hay un beneficio coral.
La tropa es alta, mucho, aunque físicamente esté por detrás de las grandes potencias de la competición. Habrá que suplirlo con... ingenio. Y con entrega. No faltará lucha en defensa para no dar un balón por perdido o como el propio Aíto recalca a menudo "para coger un rebote lo primero es ir a por él". Las continuas rotaciones en este baloncesto tan activo harán que todos den el máximo cuando estén en la pista. El entrenador tiene un plan y luego se verá si es suficiente para que este grupo tan juvenil pueda sacar adelante el proyecto.
diariodesevilla.es
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